El acontecimiento
La figura del Último Dios (der Letzte Gott) está conectada y vinculada directamente al Acontecimiento (Ereignis) como forma de existencia autentica-real del Ser (Da-sein) del hombre en el mundo. La palabra alemana Ereignis es difícil de traducir a otros idiomas, por lo que es necesario tener en cuenta las connotaciones que la palabra rusa para acontecimiento (событие) tiene; acontecimiento también significa existencia conjunta o estar juntos; otro sentido sería accidente o incidente como, por ejemplo, “un acontecimiento ocurrió”. En alemán, el sentido semántico de la palabra acontecimiento se ve complementada con dos modos eigene/uneigene Dasein, es decir, existencia auténtica/inauténtica del Ser. Eigene significa algo propio y suena parecido a Ereignis. El acontecimiento-Ereignis es, antes que nada, la apropiación del ser, su acontecimiento-existencia, como momento en que el hombre como Dasein pone su atención y esfuerzo en existir auténticamente. Heidegger vincula esto a dos cosas:
· Zum-Tode-sein, el-ser-para-la-muerte. La posibilidad de existencia autentica del Dasein [convencionalmente entendido como hombre] se da en el momento en que enfrenta su finitud, es decir, su propia muerte como algo inevitable.
· Además, a esto se le añade la posibilidad, e incluso la urgente necesidad, de afirmar el Nuevo Comienzo de la filosofía como un modo distinto y más auténtico de pensar la verdad del Ser de una forma más radical frente a una metafísica europea petrificada desde hace milenios.
El mismo Heidegger decía que la palabra Ereignis provenía de la palabra augen: ojos, vista. Así que para él el acontecimiento-manifestación del ser es también algo visto frente a uno. Es gracias a este cambio radical producido dentro del pensamiento del Dasein – el Dasein del hombre como existencia en el mundo, es decir, el Dasein en un sentido primordial – que el hombre puede ver frente a sí el horizonte del Último Dios, ya que la posibilidad de su percepción le permite afirmar la autenticidad del acontecimiento-existencia. Por supuesto, también puede no darse, percibirse o producirse tal hecho en absoluto. Sin embargo, la posibilidad de que el Último Dios pase frente a nosotros – el cual no tiene para nada en cuenta nuestro propio bien – también existe como Acontecimiento-Ereignis. Se puede decir que este desplazamiento del “centro de gravedad” de nuestra existencia a una auténtica experiencia sobre la finitud y la necesidad de un Nuevo Comienzo, podemos agrega el imperativo de volvernos tan sutiles como la Divinidad para así no asustarla y contemplar de ese modo hasta sus gestos más sutiles. En cierto sentido podemos considerar este cambio del régimen del Dasein, el Nuevo Comienzo de la filosofía, como el acontecimiento-manifestación del Ereignis, después de todo, el Último Dios y el acontecimiento van de la mano, como si se tratara de un único ser.
El lenguaje
Todo lo que se ha dicho hasta ahora sobre el Último Dios ha sido dicho únicamente en alemán y más concretamente en suabo, bajo el auspicio de Heidegger y su necesidad de escapar conceptualmente del pensamiento (tanto de las ideas como de las nociones construidas) por la filosofía clásica. Una nueva forma de pensar el Ser requiere de un lenguaje distinto con la intención de expresar la verdad lo más coherente posible según la máxima de que “el lenguaje es la casa del ser”. No obstante, Heidegger no inventó un lenguaje artificial, sino que siguió hablando su alemán natal recurriendo a arcaísmos y vocabularios rurales. Sin embargo, comenzó a hablar su idioma de una forma muy diferente (lo que llaman los franceses una façon de parler). Su estilo era resultado de una comprensión hermenéutica constante producto de su hilar y repensar el acento de las palabras, analizando los prefijos y las raíces, buscando constantemente el significado etimológico original de las palabras y las ideas. A pesar de la aparente sobrecarga terminológica de tal método, el lenguaje de Heidegger era sencillo, aunque ornamentado. Quizás la metáfora que mejor describe su pensamiento sea Holzwege, una palabra alemana que se usa para designar los caminos que se encuentran en el bosque y que a menudo terminan en callejones sin salida (normalmente se usaban para recoger la madera), muy comunes en la Selva Negra. Heidegger era apodado el “chamán de la Selva Negra” debido a su forma bastante rural e invectiva de hablar. También podemos mencionar su famosa frase de dejar hablar al lenguaje que en alemán sería: die Sprache spricht, lo cual significa literalmente “la lengua habla”, ya que el verbo esta formado de la misma raíz que el sustantivo. En ruso diríamos un hablar hablándose (пусть сказ сказывает). Tal frase debe entenderse como un llamado a prestar atención no al habla (discurso o cualquier cosa que se dice), sino al lenguaje en cuyo seno habitamos.
El nombre
A diferencia de las Deidades que ya conocemos, no tenemos ni idea de la raíz y el nombre del Último Dios. Desconocemos su “heiti”, el apelativo alegórico o la deixis poético de su nombre. Sabemos que es el Último, Letzte. Para Heidegger todas las Deidades clásicas, refiriéndose principalmente a las Deidades griegas, huyeron del mundo debido a la rudeza, ignorancia y zafiedad de los hombres. Las Deidades, por el contrario, son sutiles, temerosas y amables. El ruido que un cazador provocado al pisar una rama causa que las ninfas del bosque huyan despavoridas en busca de un lugar nuevo. La tosquedad de los pensamientos humanos, la fealdad de nuestro lenguaje, la técnica descontrolada y demás monstruosidades, le son ajenas a los Dioses y causan su huida. Las Deidades han huido del mundo debido a que los seres humanos se han convertido en criaturas crueles. Heidegger decía que la humanidad actual vivía en medio del vacío histórico provocado por la ausencia del Ser, ya que las antiguas Deidades habían desaparecido y las nuevas aún no habían llegado. Es por eso que la cuestión más surgente al día de hoy es construir un lugar apto para que el Ser pueda habitarlo, pues el fuego del hogar se ha apagado y la media noche se extiende por el mundo. Para que este proceso sea revertido, los mortales deben volver a hacerse sensibles y ponerse bajo la tutela de los seres inmortales.
El Último Dios no puede ser identificado ni con las antiguas Deidades ni con las que vendrán. Él simplemente es el Último, aunque eso tampoco significa que no vengan Dioses después de él. Quizás se trata más bien de una Deidad que se separó del resto de los Dioses y que solo este de paso, sin el deseo de quedarse junto a nosotros, mirándonos de forma imperceptible desde la distancia y esperando a que nuestra relación con el Ser cambie y dese modo se produzca el regreso de las otras Deidades. Además de ser der Letzte, el Último, también es un Gott, un Dios. Heidegger eligió utilizar la variante clásica der Gott entre todas las posibles variantes y sinónimos que existen de esta palabra en alemán, incluso dejando algunos de los sinónimos que el usaba, como, por ejemplo, Inmortal o Göttlichen, Divino. Cabe destacar que en alemán el uso gramatical del masculino “Dios”, der Gott, fue una innovación vinculada directamente a la expansión del cristianismo. Anteriormente, “Dios” era referido con un término neutro, lo cual indicaba que se encontraba más allá de los sexos y, en general, que habitada un plano superior. Los místicos renanos, en particular el Meister Eckhart, realizaron un gran esfuerzo por corregir este uso y de ese modo aproximarse a una teología apofática de la naturaleza propia de tal Deidad, intentando escudriñar el origen de Gott/Dios y su fundamento Gottheit/Divinidad. Es por estas razones que preferimos hablar de la Última Deidad. Finalmente, señalaremos que la palabra alemana Gott deriva del lexema protoindoeuropeo *ǵʰutós, que significa llamado, convocado; alguien que ha aparecido en respuesta a una invocación o llamada, lo que nos remite al origen mismo de los términos lengua, hablar y hogar, palabras todas ellas relacionadas, ese espacio donde convergen los mortales y los inmortales. No obstante, el epíteto de “Último” en el nombre de esta Deidad sigue siéndonos desconocido.
Teofanía
Lo único que se nos dice que esta Última Deidad hace al pasar por nuestro mundo es que hace un leve y sutil gesto en nuestra dirección. No conocemos ni sus características, aspectos, iconografías, epítetos, detalles, itinerarios, orígenes, etc… No sabemos nada de tal Deidad. Podría decirse que la extrema brevedad de su “aparición” o paso por nuestro mundo es una de las características de lo apofático, ya que las referencias a quién o qué es son extremadamente escasas en comparación a la interminable retahíla que podemos construir diciendo quién o qué no es. Esta Última Deidad ha pasado por este mundo, lejos de donde nos encontramos, tal vez con cierta cautela y miedo, esperando “no ser avistada por seres tan toscos”. Es posible que ni siquiera se atreva a pasar junto a nosotros, sino que pase desapercibida y que ni siquiera haya sido vista. En la última entrevista que dio Heidegger al diario Spiegel, la cual salió después de su muerte a insistencia suya, dice que el mundo y el pensamiento han abandonado por completo el ser-histórico (Seinsgeschicht), acabando sus reflexiones con un pasaje enigmático: “Sólo un dios puede aún salvarnos. La única posibilidad de salvación la veo en que preparemos, con el pensamiento y la poesía, una disposición para la aparición del dios o para su ausencia en el ocaso; dicho toscamente, que no «estiremos la pata», sino que, si desaparecemos, que desaparezcamos ante el rostro del dios ausente”. Heidegger no especifica en absoluto sobre qué Dios está hablando, pero la alusión y el contexto de semejante frase, unido al estudio de toda su filosofía, permiten afirmar que se trata del Último Dios. Heidegger hace un llamado a que los seres humanos vuelvan a ser elegantes, sutiles y perspicaces en sus pensamientos, pues solo así podrán acercarse a la Divinidad. Es imposible convocar a esta Última Divinidad ante nosotros por medio de gritos y encantamientos. Lo primero que debemos hacer es prepararnos a nosotros mismos con tal de encontrarnos en disposición de recibirlo. Por supuesto, esto implica que ante la posible teofanía y gesto de la Última Deidad también se dé la posibilidad de que no nos salve.
El culto
El Último Dios no puede ser considerado como parte de ningún panteón ni tampoco como una de las Deidades que han huido del mundo. Heidegger advierte sobre esto y no se contradice al respecto. El Último Dios tampoco se puede confundir con la segunda venida de Jesucristo, ya que Heidegger consideraba que era imposible resolver la cuestión del Ser desde el interior de la teología y la metafísica cristiana, de allí su llamado a reactualizar y transforma la metafísica por medio de un Nuevo Comienzo de la filosofía. En sus Cuadernos Negros, Heidegger escribe muchos pasajes contra el cristianismo que confirman precisamente la tesis de que este Último Dios no tiene nada que ver con esta religión. El pensamiento de Heidegger es más bien cercano a las teologías y metafísicas no cristinas, es decir, “paganas” que encuentran su expresión en la henología y el vedanta advaita. Sin embargo, debemos evitar cualquier identificación, paralelismo o incorporación de estas ideas con respecto a lo que nos propone Heidegger. Además, Heidegger resuelve de una forma muy elegante el problema del “monoteísmo y el politeísmo” diciendo que son las mismas Deidades quienes deben responder tal pregunta, pues son ellas las que realmente tienen la capacidad para decir si son muchas o son una. Por lo tanto, la teofanía del Último Dios remite al significado etimológico de la escatología, una palabra compuesta de dos raíces griegas: ἔσχατος, “último”, y λόγος, “palabra”. La génesis del Nuevo Comienzo de la filosofía parte precisamente del hecho de que hemos olvidado y que incluso “hemos olvidado que hemos olvidado”. El último gesto del Último Dios se corresponde precisamente con el acontecimiento-cumplimiento del Ser finito y el Nuevo Comienzo. Finalmente, nos limitaremos a decir que el culto al Último Dios, en el sentido clásico e idolátrico del término, es imposible y erróneo.
El pueblo
En una cierta forma podemos decir que el Último Dios tiene “un pueblo” que lo sigue, pero este no se encuentra compuesto por sacerdotes, adeptos o “esclavos”, sino por, como los llama Heidegger, los singulares (die Einzelne), los venideros (die Zukünftigen) o los “grandes y solitarios ocultos”. Heidegger sostiene que son verdaderamente muy pocos los que siguen existiendo en medio del ser histórico, enfrentándose a la necesidad, el aburrimiento y el constante ajetreo del das Man (ese sujeto sin rostro, la inautenticidad de las masas, que hoy han sustituido al hombre verdaderamente existencial). Son estos pocos los que siguen preservando el pensamiento del Ser, interrogándose sobre él y enmudeciendo una vez alcanzan un pensamiento elevado. Precisamente son ellos los que marchan silenciosamente en medio de la brecha que ha dejado la muerte de la vieja metafísica occidental, incluidas todas sus “tradiciones” – las cuales, a pesar de todo, siguen pataleando, reordenando y agitándose en medio del cadáver putrefacto de Occidente – y el todavía no (noch Nicht) del Nuevo Comienzo de la filosofía. Ellos son los últimos guardianes y los pastores que custodian el fuego del Ser esperando esa transición (Übergang) hacia algo más. El “vinculo de clase” que todos comparten sería el hecho de que en su totalidad son filósofos y poetas, entendiendo por estos últimos toda clase de artistas. Heidegger solía decir que la filosofía y la poesía son hermanas que ascendieron a dos montañas igualmente altas y cuya relación solo puede lograrse saltando de una cima a la otra, pero no descendiendo y ascendiendo de nuevo. El pensamiento filosófico interroga y desvela al Ser y la verdad, mientras que el pensamiento poético lo convierte en palabra y arte. Tanto la poesía como el arte pertenecen a lo Sagrado (das Heilige, Sacrum), pues ambas proceden de este y se alimentan de su poder, expresando y traduciendo sus significados. Los filósofos y poetas son aquellos que miran directamente lo Sagrado: toda creatividad, en el sentido etimológico de la palabra griega ποίησις, derivación de lo que se ve, abducción del ser, lo que existe ahora, no es más que el habitar bajo la sombra de lo Sagrado.
La concepción que Heidegger tenía de lo Sagrado se vio muy influida por las ideas de Rudolf Otto, quien sostenía que la esencia de la experiencia de lo Sagrado era una inseparable mezcla de fascinación y horror, excitación y muerte unidas a lo numinoso. Lo Sagrado es la experiencia del horror y la Angustia, es esa experiencia existencial del horror sin objeto, pero cuyo límite apunta hacia la finitud y la muerte, categorías analíticas del Dasein. Se puede afirmar que el Último Dios es la Deidad de los filósofos y los poetas, aunque sería necesario excluir dos malentendidos con respecto a este “Dios de la nada”:
· El Último Dios es la Deidad de los filósofos, pero no en el sentido de la Ilustración y el deísmo, que usaban tal término de una forma instrumental y como técnica retórica para desvincularse de la religión; este Dios de los filósofos no es más que un deus ex machina que justificaba la construcción de una imagen científica del mundo y la ciencia, teniendo como correlato el desarrollo tecnológico. En pocas palabras, este Dios no es otra cosa que la causa final a la que recurre el pensamiento cuando ya no puede explicar los fundamentos últimos del mundo recurriendo únicamente a la mecánica.
· Este Último Dios es la Deidad de los filósofos, pero no en el sentido del naturalismo que reduce a los Dioses a puros fenómenos naturales. Al igual que Zeus no es el Dios de todos los relámpagos y Thor no es el Dios de todos los truenos (aunque ambos pueden controlar tales fenómenos a voluntad), el Último Dios no es el patrón, padre o “funcionario” de todos los filósofos.
Solo en la medida en que el texto filosófico y la intención fundamental de Heidegger puedan ser traducidas a otras lenguas – asimilando sus pensamientos y encontrando su propia façon de parler –, entonces el “pueblo por venir” finalmente será capaz de encontrar sus exponentes en todas las etnias y nacionalidades alrededor del mundo. Solo así podrá encontrarse en su seno el camino y el puente para trazar las posibilidades infinitas del pensamiento y la historia por venir.
El gesto
Lo único que conocemos del Último Dios es el sutil gesto que ha hecho o dejado de hacer cuando ha pasado a nuestro lado, una garantía y una señal del Acontecimiento-Cumplimiento. La palabra alemana Wink tiene dos significados:
· Saludar, contonearse, asentir, hacer señas. Hacer un gesto leve con el cuerpo, aunque también significa hacer un guiño o cerrar el ojo. Se cree que en las culturas germánicas el guiño (winken) estaba asociada al culto de la deidad tuerta Wotan/Odin.
· También se relaciona con su sinónimo en ingles Hint, que significa hacer una señal indirecta, una pista o ser astuto. En este caso, la palabra pista puede traducirse al lenguaje de los “gestos”, lo apenas visible o imperceptible en otro idioma, remitiéndose nuevamente al origen del pensamiento.
Este vínculo entre el gesto del Último Dios y la afirmación del acontecimiento – es decir, restaurando nuestro Ser y encontrando la palabra correcta (das Wort) para expresar nuestro pensamiento y arte [Sagrado] – nos lleva a plantear los fundamentos onto-teológicos del Último Dios. Sin embargo, tal gesto es apenas perceptible, ligero, leve y no puede ser visto o percibido. Podríamos incluso pasarlo por alto, razón por la cual es necesario volvernos sensibles y dejar de lado la insistencia, la codicia y el ajetreo.
La Cuadratura
La Cuadratura o das Geviert es la ilustración visual y la estructura del Ser tal y como lo veía Heidegger. Si queremos comprender la Cuadratura debemos evitar todo intento de asociarla al simbolismo de la cruz. La Cuadratura no tienen nada que ver con la crucifixión cristiana, la rueda del calendario solar, la “cruz de San Andrés”, etc… Todas las partes de la Cuadratura deben ser pensadas como un todo, por lo que la mínima mención de una de ellas implica referirse obligatoriamente a las otras tres. En el centro de la Cuadratura encontramos el origen de todo, el Sein/Seyn o Da-Sein y, algunas veces, das Ding-Thing. Este algo que habita el centro es la manifestación resultante y la suma de los otros cuatro lados del das Geviert. La Cuadratura se forma debido a la superposición de lo Inmortal/Divino con lo Mortal/Humana, además del Cielo/Mundo-Tierra. Heidegger sostiene que existe una lucha constante, πόλεμος, entre el Mundo y la Tierra. Lo Divino y lo humano se oponen, aunque eso no significa que siempre estén en guerra: la lucha entre estos dos aspectos es una posibilidad, aunque no un hecho. Por supuesto, es un hecho que se enfrenten desde la distancia. Lo divino se encuentra en “el mismo plano” que el Cielo/Mundo, mientras que lo humano está en el mismo plano que la Tierra, revelando la proximidad entre ambas realidades. El Ser en general, nuestro Ser y las cosas son el resultado de la intersección entre estos principios, instancias o fuerzas. La esencia del Cielo/Mundo es su existencia cósmica, su ley, creando ese espacio para el ser-en-el-mundo [in-der-Welt-sein], es decir, el Cielo/Mundo como apertura. La esencia de la Tierra, a pesar de hacer parte del Mundo, es discutir con el Cielo/Mundo, pues todo ello expresa el principio de la ocultación. La Tierra da materialidad a las cosas y trata de ocultar y cubrir al Cielo. Los hombres, en cambio, son mortales porque habitan el Mundo, viven sobre la Tierra y bajo el Cielo. Su principal característica es la constatación de su inevitable mortalidad y la posibilidad de enfrentar la muerte. También la filosofía y las artes se mueven hacia el centro del Ser, atrayendo poéticamente el Ser al mundo como la verdad desvelada (Ἀλήθεια). Las Deidades, por su parte, son Inmortales, no conocen la muerte como los humanos, por lo que cuestionan su Ser desde premisas y posiciones muy diferentes a las de los humanos. Con tal de resolver la pregunta por el Ser, las Deidades necesitan pararse frente a los humanos.
· En consecuencia, si la Tierra se cierra sobre sí misma, abrazando el vientre oscuro de su inercia material, termina atrapada en lo calculable y la necedad ctónica;
· Si el Cielo se aleja de todo, entonces la armonía del Cosmos-Mundo se desintegra;
· Si el hombre se entrega a la mundano, se vuelve zafio y calculador, reduciendo el ser a una máquina, convirtiendo al “mundo en una representación”;
· Si las Deidades huyen del Mundo, se debe a que quieren alejarse de los últimos hombres, asustados por su intolerancia y altanería.
Todo esto provoca la desintegración de la Cuadratura y el olvido del Ser, del origen sagrado de las cosas [arte, artesanía, poesía], y en concreto de nuestro Ser-en-el-mundo, convirtiéndonos en una personalidad vacía que juega sobre la nada y entregada al productivismo sin fin; caemos tanto en el nihilismo como en el olvido de que hemos perdido algo; la vida pierde su sentido y se impone el aburrimiento; finalmente, negamos nuestra mortalidad, finitud, y construimos un mundo dominado por la inautenticidad y la ceguera [uneigene], concibiendo y fabulando simulacros – por supuesto, no se trata del gesto del Último Dios que nos observa desde lo lejos –, sino de la idea misma de que algo es fundamental diferente y en absoluto es como debería ser.
I
Der letzte Gott
Das Kommendste in Kommen, das austragend sich als Er-eignis ereignet.
Das Kommen als Wesen des Seyns.
Frage das Seyn! Und in dessen Stille als der Anfang des Wortes antwortet Gott.
Alles Seiende mögt ihr durchstreifen, nirgends zeigt sich der Spur des Gottes.
El último Dios
Lo venidero que vendrá y que dará paso al acontecimiento.
Ese venir que es la esencia del ser.
¡La pregunta por el Ser que hacemos a ese Dios que nos responde con su silencio!
Sin importar a donde nos dirijamos, jamás encontraremos rastros de este Dios.
II
El Último Dios es el Principio de la Historia interminable (Geschichte) a la cual accedemos por el camino más corto. Es imperativo prepararnos largamente para su llegada. Pero los países y las naciones son demasiado pequeñas para llevar a cabo tal preparación, pues han terminado por caer en el productivismo y el crecimiento perpetuo propios de la Machenschaft. Solo esos grandes y ocultos solitarios que todavía habitan este mundo siguen preparándose en silencio para la llegada de esta Última Deidad.
Por Askr Svarte
Traducción de Juan Gabriel Caro Rivera